Por: Erika Vannesa Gallo Muñoz*
“Nadie la hizo morir. Si usted dice que fue usted quien la hizo morir, entonces, yo aún más. Si hay que culpar a alguien, debería ser a mí. Pero, cuando comenzamos a sentir responsabilidad y remordimientos, sólo hacemos que la muerte parezca algo sucio. Los remordimientos y las dudas sólo hacen que la carga sea más pesada para quien ha muerto…”
Yasunari Kawabata
Todo hace parte de la historia, sí, por lo cual no tiene que ser una línea recta donde nada pueda salirse del camino. Hagamos un alto, juguemos entre el ir y venir de lo histórico, las costumbres y la escritura. Demos un atisbo a un autor que escribió maravillosamente bien, Yasunari Kawabata y junto a él, entremos un poco en ese desconocido mundo del té y la muerte.
Y… ¿A qué podríamos llamar eterno? Cuando una flor se marchita al instante de ser cortada, cuando un rayo de sol es cubierto por una nube que pasa, cuando la vida de un ser humano se convierte en un efímero momento, mientras Yomi inamovible, decide que ha llegado el momento de terminar. Entonces, sólo podemos decir que algo es eterno, el tiempo. Aun así, él, conteniéndolo todo le hace falta algo- nada es perfecto dijo el zorro al principito-, porque incluso al mismísimo dios de la eternidad le falta detenerse, aunque todo a su alrededor sea efímero, él es perenne.
Y en medio de la fugaz existencia humana, como una flor de loto que ha dormido una maravillosa noche de sueño, surgió entre los lagos más hermosos, con los primeros rayos de la mañana Yasunari Kawabata (1899), en un año que no hacía sólo parte de una centena, no, era aquel donde se terminaba un largo siglo XIX para dar paso al siglo de las guerras. Y comenzó el devenir del mundo y también el de uno de los autores que entrarían a la historia como el primer premio nobel de literatura japonesa. Pero antes de ello, tendría que ir pasando por otros acontecimientos. Cuando apenas tenía 6 años la Guerra Ruso Japonesa amenazó su mundo; durante su adolescencia la Primera Guerra Mundial, luego en su juventud, los felices años veinte, acabada por la depresión, después la Segunda Guerra Mundial y los desastres aumentados por mil en su originaria Japón, pero aún no acaban, llegó la Guerra fría y en medio de aquella su suicidio como parte de su cultura, de su vida, de su alma, de su ser como un samurái.
Mientras en todas partes estaban en primavera para él fue otoño, aquel año en que se jugaron los juegos olímpicos en Sapporo (Japón), en el que Estados Unidos por fin dejó su control sobre Okinawa, 6 días después del terremoto que acabó con 4000 personas en Irán, un mes después de que se lanzará el Pioneer 3 para pasar por el cinturón de asteroides que nos separan de Marte, el premio nobel japonés puso fin a su vida como hubiera querido y en el momento deseado, terminando el ritual que habían empezado sus amigos y escritores Yukio Mishima y Ryonousuke Akutagawa.
Él estaba lleno de la elegancia de los primeros siglos, casi podría decirse que se liberaba de la vulgaridad poética y artística de su época moderna, que redimía su soledad en las novelas que llenaba de historia, expresando por medio de ellas la sensibilidad japonesa.
Vemos en sus libros, la facilidad con que el autor hace intimidad con el individuo, el sexo, pero sobre todo con la soledad. Hay en ella tal sensualidad, tal deseo y remordimiento, junto a una nostalgia explorada desde el misterio de la muerte, desde su “lírica melancólica” como lo llamaba Isnardi.
En su libro Mil grullas, ejemplifica la tristeza, pero también la ternura y la sensualidad de quien ha pasada por un momento de infinito placer, en él no hay reproches, sólo una afirmación entre lo que fue real, lo que se sueña y el instante vivido. También refleja los sentimientos, las soledades, el individuo. Es en estos pasajes donde refleja su vida el autor, llena de desavenencias por la muerte de sus seres queridos, la soledad de quedarse sin nada, las guerras mundiales, todo eso reflejado en sus extraordinarias novelas.
El autor entremezcla en sus escritos las raíces históricas y los matices filosóficos en algo que parece sencillo, incluso vano desde un punto de vista occidental, pero cuán importante ha sido, desde tiempos casi inmemoriales para la cultura japonesa. La ceremonia del té. Iniciada para dar un concepto de humildad y una lección de observar y disfrutar las pequeñas cosas de la vida, esto era pues lo primordial para un anfitrión, dándose a sus invitados, creándoles una atmósfera de disfrute tanto intelectual como física y estética, cuán maravilloso debe ser recrear una escena donde una persona pueda recibir y dar, con movimientos tan armónicos, tan naturales que parecerán innatos, hechos sólo para dar placer a la vista mientras sirven el té, pero que también se convierten en un asunto político.
Quién no estaría de acuerdo con Fernando Barbosa cuando dice que, si se fraccionara la ceremonia del té, se obtendría una suma de instantes y son ellos los que la hacen importante dentro de la cultura del segundo (Barbosa, 1998, p 44). Finalmente, la vida qué es, un segundo. Y entonces, nos parece extraño que Kawabata nos lleve a un mundo que nos hará pasar las horas más puras, que nos alejan de lo terrenal, que nos hace emocionar, nos perturba o encapricha al mismo tiempo, envolviendo al lector para que contenga la respiración mientras lee página por página.
Y mientras avanza la historia y casi sentimos el calor llamativo de cada personaje, del té, de la vida misma que se desarrolla en torno a él. Sin saber en qué momento son ellos y en cual nos convertimos imaginariamente en ellos.
Entonces encontramos que las historia relatan pequeños instantes que hacen de la vida, un tormento, una ilusión, un tanto compasiva o inescrupulosa, tierna y meticulosa a la vez, pero finalmente es el tiempo quien regirá todo, desde el inicio con la ceremonia del té, las costumbres en Japón siempre han sido muy importantes y no se puede relegar ese hecho.
El té no sólo es una ceremonia política, sino un contacto con las infusiones que da la naturaleza, la expresión de la vida a través de un líquido deliciosamente cálido. Pequeños detalles, que se convierten en grandes tradiciones, son los elementos que representan lo que fue la cultura japonesa de antaño en todo su esplendor, con la ceremonia del té, los encuentros organizados, las grullas, los modales, la institución del matrimonio que se convierte en una convención social y finalmente el suicidio, el cual está presente como una salvaguarda por los errores cometidos, la muerte es la única que puede hacer que la compasión exista, que la pureza vuelva a la vida que se deja y al cuerpo que yace inerte frente a los ojos de alguien, y que retorne la humildad que se le ha perdido al alma. Es el tiempo, el que nos muestra como un tic tac, los cambios culturales.
Ahora, el harakiri o seppuku (腹切 o 腹切り lit. «corte del vientre») no se ve como algo ritual, como antes, en el tiempo de los samuráis, se ve en cambio como símbolo de vergüenza. No obstante, el acto en sí no varía, pero sí los motivos de llegar a ello, la perspectiva a lo largo de los años, lo que antaño era un honor permitirse, para nosotros el suicidio ritual, se convierte en un acto desesperado, símbolo de la angustia.
Pero, la muerte conlleva otras formas de belleza, como el acto del incienso y la fotografía mirando para dar las gracias. Hay cierto amor y ternura muy apacible en los pequeños detalles que se vuelven un rito y lo son porque son especiales.
*Erika Vannesa Gallo Muñoz
Historiadora
Practicante de Aikido.
BIBLIOGRAFIA
- Kawabata, Yasunari. Mil grullas. Colombia: Editorial Planeta, 2004.
- Barbosa, Fernando. “exploración al alma del sol naciente, estética de lo efímero”. En: La Tadeo. 1998, p. 43-47.
- Isnardí, Hernán Alejandro. “Yasunari Kawabata”. En: Revista literaria la máquina del tiempo. Consultado online: http://www.lamaquinadeltiempo.com/algode/kawabatal.htm. (14 de noviembre de 2016).
- Pérez Aguirre, J. A. “nuestra prosa japonesa”. En: Nuestro Tiempo, 2004. P. 78-79
- “Okakura Kakuso: el libro del té: del sentido del arte”. En: letras y encajes: revista femenina al servicio de la cultura. Vol. 03, 1929. P. 527-534
- Dazai, Osamu. “paisaje dorado”. En: Estudios de Asia y África. 2012. P. 377-381
- Padashi Kadowaki, Antonio. “Noción sobre la cultura japonesa”. En Boletín de programas: emisora Cultural Universidad de Antioquia.
- Kakuso, Okakura. El libro del té, la ceremonia del té japonesa.
- Matellanes, Ana. 5 curiosidades de Yasunari Kawabata. Koratai- literatura japonesa y de otras latitudes. Consultado On line. http://koratai.com/literatura-japonesa/10-curiosidades-de-yasunari-kawabata. (14 de noviembre de 2016).
- Biografia de Yasunari Kawabata. Consultado on line: http://www.biografiasyvidas.com/biografia/k/kawabata.htm. (14 de noviembre de 2016).
- Conoce Japón: http://conoce-japon.com/cultura-2/yasunari-kawabata-1899-1972/. . (14 de noviembre de 2016).
Imágenes
- Flor de loto: https://sembramos.com.co/planta-flor-de-loto.html
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