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HOJOSHINKAN DOJO

El dojo, un jardín.

Por: Juan Guillermo Hernández Gil*

En nuestro dojo tenemos un pequeño Jardín, allí tenemos diferentes plantas, hay dos muy grandes, frondosas, otras que apenas están saliendo de sus semillas, otras son jóvenes, están resplandecientes pero también hay unas cuantas que están que se mueren, a pesar de los cuidados que les estamos dando parece que no van a lograrlo.



La mayoría de estas plantas han sido donadas por los practicantes y al verlas recuerdo a muchos de ellos. Cada planta tiene su propia historia, por ejemplo hay una que es una especie de cactus, cuando nos la entregaron la consigna que nos dieron fue que debía ser solo regada una vez a la semana, que si se le daba más agua de la debida esta podría fallecer, y de una manera muy parecida es la persona que la dono, va muy de vez en cuando al dojo, entrena, y se ausenta por otro largo tiempo, tal vez está tratando de comprender si el Aikido es lo que busca.



Las otras jóvenes y que brillan, fueron obsequiadas por practicantes jóvenes, que durante el entrenamiento son vigorosos, activos, y que muestran progresos rápidos, sin embargo por alguna razón estos no han regresado, a pesar de mostrar gusto por lo que hacían en el dojo, hubo alguna dificultad que se les presento y que la convirtieron en la razón para no regresar, es un poco triste, porque el brillo de esas plantas nos hace recordar la energía que nos regalaban al entrenar.





Varias personas han preguntado por un bonzai, éste está hace tiempo sin hojas, seco, y han propuesto que se use esa matera para sembrar otro, sin embargo allí está, allí se quedará, este me recuerda a un practicante que logro llegar adelante, construyo unas raíces fuertes, y tenía unas hojas resplandecientes, sin embargo en algún momento falto algo, tal vez faltó de parte de su instructor, tal vez faltó de parte de sus compañeros de práctica, tal vez falto algo por parte de él, pero allí está, tal vez algún día regrese y nos ayude a que replantemos su árbol.







Hay otra planta que es muy especial, la cual, recién llegada al dojo estuvo a punto de sucumbir, ese tiempo era de mucho sol y poca lluvia, así que estuvo a punto de secarse, empezamos a darle más cuidados y a regarla todos los días y ya hoy está con un verde increíble, ya le hemos sacado hijos que están creciendo en el jardín vertical que estamos construyendo, a ella la comparo con el dojo, éste en ocasiones pareciera que no va bien, cuando de repente se llena de vida, las risas de los practicantes del grupo infantil lo llenan de vigor, y el entrenamiento del grupo de instructores lo afianza en sus raíces (un árbol no puede estar fuerte con una sola raíz), pero siempre un dojo es valioso por aquellos que lo habitan, al igual que un jardín es importante por las diferentes plantas que son cultivadas.



Finalmente se me ocurre que la tarea de un Sensei, del encargado del dojo es procurar brindar cuidados a todas las plantas, pero debe identificar lo particular de cada una de ellas, cuales necesitan más o menos sombra, más o menos agua, pero siempre debe estar allí, porque no es posible construir un jardín sin las flores y plantas, y estás no existen si no hay quien las cultive.


Hay que sembrar sin claudicar, aún sin saber que brotará de allí, dando pero a la vez aprendiendo a soltar, porque aquello que se va es porque de alguna manera no se encontraba cómodo donde antes yacía.



*Juan Guillermo Hernández Gil, practicante de Aikido, 5to dan, Psicólogo con Maestría en Investigación en Psicoanálisis, docente universitario, Dojo Cho en Hojoshnkan dojo. Director General de la Asociación Antioqueña de Aikido.

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